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miércoles, 25 de marzo de 2009

VA UN BEOCIO Y DICE... LA DESTRUCCIÓN DE TEBAS (II)

2.- ¿Culpable o inocente?

Los relatos posteriores inspirados en Clitarco cargan contra Alejandro como culpable de la ruina de Tebas. Si bien se muestran de acuerdo en que las atrocidades las cometieron los fócidos, los plateos, los tespios y otros beocios (que tenían muchísimo que vengar de la crueldad tebana: unos años antes, Atenas, para conseguir la alianza de Tebas contra Filipo, le habia dejado mano libre contra varias ciudades, que fueron destruidas por Tebas y cuyos habitantes pasaron a ser fieles aliados de Filipo) acusan a Alejandro de no haber impedido la matanza.

Como es común, omiten varios puntos, lo que no es raro, pues eran enemigos de Alejandro; es más extraño que historiadores posteriores no hayan querido ver dichos puntos:

1) El primero es que Tebas había roto la carta de la Confederación griega formada por Filipo de múltiples maneras:

a)-había dejado regresar a los exiliados (que habían sido desterrados a cambio de que Filipo no tomara otras represalias, y entre otras cosas a cambio de salvar sus vidas),

b)-había atacado la guarnición macedonia;

c)-había denunciado a la Confederación como una tiranía, punto que más dolió a Alejandro, y

d)-había declarado públicamente que abrazaba la causa del gran rey de Persia e invitaba al resto de los griegos a unirse a Persia contra Macedonia.

2) Pese a ello, Alejandro no pretendía la destrucción de la ciudad, y por ello aparcó sus tropas ante las murallas pacientemente, mientras en el interior se sucedían los debates, confiando en que los pacifistas lograrían imponerse. Ya queda dicho que todos los autores refieren que muchos notables tebanos abogaban por hacer las paces con los macedonios, y quizás al final lo hubiesen logrado de no ser por el ataque de Pérdicas, que precipitó todo.

3) Un punto importante es si Alejandro podía controlar a las tropas de la Confederación griega no macedonias que luchaban con él. No cabe duda que, en Asia, la lealtad hacia él había crecido de manera que un pillaje hubiera sido muy difícil sin la connivencia de Alejandro, pero en la toma de Tebas, los tespios, foceos y plateos, que odiaban a Tebas, resultaron sin duda casi imposibles de controlar. Ni siquiera eran, como las tropas regulares tracias, mercenarias que obedecían a Alejandro ciegamente por un juramento de lealtad personal (cuyo alcance no está suficientemente explicado por el significado actual de “mercenario”; los mercenarios griegos fueron los únicos que siguieron a Darío en el momento de su muerte; los mercenarios agrianos destacaron entre las mejores tropas de Alejandro) Después de todo, Alejandro ni era su rey ni era Magno aún; no era más que un rey novato, hijo del gran rey Filipo, al que estaban ayudando para destruir a los odiosos tebanos. Diez días antes, cuando se unieron a él, no lo conocían más que de nombre.

4) Un cuentecillo que se cuenta aquí, de ser cierto, aclararía completamente la duda: dícese que Timoclea, noble tebana, fue asaltada por un oficial tracio con intenciones de violarla y de apoderarse de su oro. O Timoclea no era muy agraciada, o el oficial era muy avaricioso, pues prefirió empezar por el dinero, lo que aprovechó la noble para hacerle asomar a un pozo, arrojarle a él, y apiolarle a base de lapidarle. Sus hombres, buscándole, dieron con Timoclea, averiguaron lo ocurrido y condujeron ante el rey a la mujer, que resultó ser viuda y hermana de nobles que habían peleado –y muerto- contra Alejandro en Queronea. Alejandro le perdonó, así como a los tebanos promacedonios, la familia de Píndaro (inevitable referencia en todas las historias de Alejandro) y otros. Resulta interesante que los tracios, en lugar de asesinar a la mujer que había matado a su jefe (conducta que vemos casi sistemáticamente hasta en las guerras del siglo XXI) la llevaron ante Alejandro, y se conformaron ante la exculpación del rey.

5) Más allá de lo ejemplarizante de la historia, destacaremos un par de detalles:

a)-el primero, y evidente, es que Alejandro no había dado ni orden de exterminio, ni manga ancha para el saqueo, pues de ser así, es claro que los tracios no hubieran llevado ante el rey a quien había matado a su comandante; eso es seguro;

b)-el segundo, explicación de lo anterior, es que los tracios eran tropas regulares, que conocían y respetaban a Alejandro, en contraposición a los aliados griegos, que como he dicho hacia menos de quince días que se habían aliado a él; y

c)-el tercero es que, ante el veredicto absolutorio de Alejandro, no se oyó ni una protesta, lo que hubiera resultado inconcebible si hubiera estado en marcha una “limpieza étnica” de tebanos. De hecho no hubo nunca tal intención de exterminio tebano en la mente de Alejandro, y en el futuro, dicen los historiadrores, favoreció siempre que pudo a los tebanos que se encontró en su camino.

6) Por último, otro punto a destacar es que habitualmente, y erróneamente se identifica la toma de la ciudad, con la posterior destrucción de la misma, para achacarlas ambas a Alejandro, como una cosa inaudita. Es cierto que en la toma de la ciudad se produjo la matanza de varios cientos o miles de tebanos, principalmente por los aliados griegos de Alejandro; pero tal cosa por desgracia no era nueva entre los helenos. Las historias de unión panhelénica en las guerras médicas, hermandad entre Platea y Atenas, Leónidas y los 300, etc, sirven para ocultar la dureza de las guerras mesenias, de la guerra del Peloponeso, etc, y, mucho más cercano, las guerras sagradas, que, antes de la entrada de Filipo, se habían caracterizado por verdaderas salvajadas contra los foceos (1ª guerra, 3ª Guerra Sagrada en el cómputo global de Grecia) y anfisos (2ª guerra, 4ª en el cómputo global). La Liga Sagrada pretendía arrojar por los acantilados a los foceos capturados en la 1ª Guerra Sagrada (3ª en el global); Filipo convenció a la Liga para que lo cambiasen por una multa; Demóstenes (cómo no, el campeón de la libertad) convenció a los atenienses de que los foceos eran mártires del cruel Filipo.

7) En realidad, la toma de la ciudad no supuso la destrucción de la misma. Pero tras la caída de Tebas, se planteó a Alejandro el dilema de qué hacer con Tebas. No sabemos que hubiera ocurrido si el hecho hubiera sucedido unos años más tarde, cuando el prestigio del rey era inmenso. Posiblemente la suerte de Tebas hubiera sido mucho menos cruel, porque no cabe duda de que Alejandro quiso salvarla.

8) Es el caso que Alejandro no quería tratar la rebelión de Atenas, Tebas y sus aliados (Arcadia, Etolia, etc.) como una sublevación contra Macedonia, sino contra la Confederación griega, de la que él era el hegemón o líder. Por eso había recogido las tropas foceas, tespias, orcómenas y plateas en su carga contra Tebas, como una manera de darse legitimidad, porque en realidad con sus tropas macedonias tenía más que de sobra para derrotar a Tebas. Pero si quería continuar creyendo en la empresa común griega contra persa, no podía tratar la cuestión tebana como un asunto de su exclusiva decisión.

9) Al día siguiente de la caída de Tebas, Alejandro convocó la Asamblea de los aliados y sometió el caso, qué hacer con los prisioneros y la ciudad, a su juicio. Los confederados, que tenían sobrados motivos para odiar a Tebas, votaron por mayoría aplastante vender a los tebanos como esclavos y arrasar su ciudad. Un tanto hipócritamente, votaron que no haría falta repetir el escarmiento con Atenas, Arcada, Etolia u otras ciudades, que aprenderían el escarmiento. Se confirmaba la inquina especial que sentían hacia Tebas.

10) Alejandro habló personalmente contra la destrucción de la ciudad, pero había prometido cumplir las órdenes de la Confederación, y así lo hizo. Quienes critican a Alejandro por no obligar a cumplir sus deseos y creen que escondió hipócritamente sus designios criminales hacia Tebas tras los votos de la Asamblea, olvidan nuevamente que no se trata del Alejandro cuyo prestigio resultaba sobrenatural años después, sino del Alejandro de apenas veinte años que necesitaba alianzas para emprender la conquista del mundo.

11) Ciertamente, Alejandro intentó salvar todos los tebanos que pudo sin ofender a sus aliados: los pro-macedonios, los sacerdotes, la familia de Píndaro, de Timoclea, figuran entre los que obtuvieron clemencia de él. Y, para siempre, casi todos los tebanos que pidieron un favor de él, lo obtuvieron en memoria de la ciudad que no pudo salvar.
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CONCLUSIONES Irónicamente, los aliados tuvieron razón. El escarmiento en Tebas sirvió para subyugar la rebelión anti-macedónica bruscamente. Los huidos de Tebas se repartieron por toda Grecia (el acuerdo de los aliados prohibía también dar asilo a los refugiados tebanos, pero que se sepa Alejandro no puso especial empeño en cumplir esta parte del riguroso dictamen de la Confederación.

Los asustados atenienses, pese a que Demóstenes (que debía temer un castigo tartárico si caía en manos de Alejandro) clamaba por la resistencia a ultranza, pidieron la paz a gritos. Se interrumpieron los misterios de Eleusis para mandar una comisión, formada por los prohombres menos antimacedonios que pudieron encontrar en Atenas, para ¡felicitar a Alejandro por sus triunfos en Tracia y ante Tebas!

La comisión iba dirigida por Demades, un valiente y honrado orador, enemigo de Demóstenes, pero que había peleado también en Queronea contra Filipo, siendo capturado prisionero, mientras Demóstenes huía. E, increíblemente, también se incrustó en la delegación Demóstenes, que no se fiaba de Demades y los suyos, y sospechaba que le venderían. Demóstenes no llegó muy lejos. Conforme se acercaba a Tebas, se iba acongojando y, a las puertas del Ática, se despidió de los otros comisionados, argumentando que sin duda sin él conseguirían mejor resultado de las negociaciones con los macedonios, y volvió grupas hacia Atenas.

Alejandro les recibió bien, (aunque comentan que la primera nota de abyecta felicitación la había arrojado al fuego furioso, pues era Magno, pero no tonto) y se portó con ellos con generosidad. Incluso perdonó a Demóstenes, favor obtenido por los comisionados, y concedido por Alejandro, y que obviamente no era merecido. El regente Antípatro debió pensar que se había vuelto loco. Sin embargo, con la perspectiva de los años, no cabe duda de que Alejandro tenía razón:

-En su mente el objetivo era Persia y su imperio, y Atenas no era más que un Peón que necesitaba a su lado; matar a Demóstenes no hubiera servido más que para crear un mártir, y sólo tenemos que recordar, por ejemplo, la utilidad que en la actual guerra de Iraq ha tenido la muerte tras un simulacro de juicio de Sadam Hussein: ninguna. Un Demóstenes vivo podía hacer algún daño, pero muerto, hubiera convertido a Atenas en un divieso en la retaguardia. Y todos sabemos lo que pasa si se sienta uno sobre un divieso...

-Más importante aún, necesitaba ser generoso con Atenas para asegurarse el apoyo, o al menos la neutralidad, aunque sólo fuera aparente, de la flota ateniense. Una flota ateniense hostil, unida a la flota persa, hubiera sido una nuez demasiado gruesa y dura para los dientes macedonios...

sábado, 21 de marzo de 2009

ALEJANDRO Y LA MUERTE DE SU PADRE (y II)

Tras la batalla de Queronea, Filipo había conseguido la unificación de los griegos, excepto Esparta, en una Liga Panhelénica que llevaría la guerra contra Persia, con intención punitiva (en venganza por las guerras médicas) y de liberación de los griegos de Asia Menor, aparte de consideraciones de orden privado (ambición, gloria, poder), que sin duda también movían a Filipo. Despachó a su suegro Atalo y al veterano general Parmenión para tomar una cabeza de puente en Asia Menor.

No sabemos exactamente qué pretendía hacer con Alejandro. Dejarlo en Macedonia, desde luego, era muy peligroso (no es que tuviera un motivo de sospecha contra Alejandro; la vida de un rey macedonio debía incluir buenas dosis de suspicacia, para despertar cada día), así que seguramente pensaba llevarlo con él, y Alejandro, ambicioso de gloria y combates, seguramente estaba encantado. Nunca lo sabremos.

Antes de relatar el asesinato, necesitamos volver al pasado de Filipo, para relatar una historia escabrosa.

Remontemos a seis o siete años atrás, cuando Alejandro podría tener unos 12-13 años; según la versión que más frecuentemente ha llegado hasta nosotros, Filipo, que no le hacía ascos a alguna que otra relación homosexual, dejó a su amante del momento, un tal Pausanias, para cambiarlo por otro. Pausanias insultó a la nueva pareja del rey, llamándole “puta ansiosa de dinero”, y el ofendido, para demostrar su valía, se arrojó sobre el enemigo, muriendo. Atalo, el que con el tiempo sería suegro de Filipo, debía ser pariente o algo así del difunto, porque tomó venganza de Pausanias haciendo que le violaran sus esclavos. Pausanias pidió venganza al rey, pero Atalo era noble de alto rango, como Pausanias, no podía ser castigado sin juicio, y Filipo trató de evitar el escándalo sobornando a Pausanias con tierras y cargos.Pausanias pareció conformarse. Pero, por lo que se ve, no fue así. Años después, era jefe o capitán de la guardia en el momento clave de esta historia.

Otras versiones hacen al muchacho que se suicidó, arrojándose ante el enemigo, amante de Atalo en lugar de Filipo; y aún hay otras que no hacen mención de Atalo, reducen la historia a una venganza de Pausanias por ofensas del rey, y añaden que, quizás, Atalo fue incluido a posteriori para desacreditarle.

Personalmente, creo poco probable esta última variante: cuando supuestamente se produjo el intento de desacreditar a Atalo hacía al menos quince años que había muerto, y nadie se acordaba de él; por otro lado, nadie puso en cuestión, en la violenta sociedad macedonia, la necesidad de deshacerse de Atalo para evitar un claro peligro de guerra civil. Más bien creo que la Academia ateniense, siempre deseosa de encontrar chismes que reprochar a Alejandro para empañar su gloria, introdujo ese matiz de los historiadores macedonios intentando difamar a Atalo.

Antes de partir a Persia, Filipo tenía que dejar atada la retaguardia. El hermano de Olimpia, Alejandro de Epiro, debía estar lógicamente resentido por el repudio de su hermana, así que decidió hacer un acto de conciliación. Ofreció la mano de su hija Cleopatra (hermana de Alejandro, sobrina del novio. En aquella sociedad, ni el incesto tenía el carácter de tabú actual, ni se extendía a ciertos parentescos, como actualmente. Recordemos que las leyes morales de la cultura occidental se extrecharon mucho tras el contacto con el judaísmo, muchos años después.

Convertirse en suegro de Alejandro de Epiro le aseguraba la retaguardia, al tiempo que le proporcionaba un general capaz (Alejandro moriría años después luchando en la Magna Grecia). Se ha especulado también con que Olimpia pudo ver en la boda una pérdida de su futura influencia sobre Filipo y la capacidad de manipular para que su hijo fuera rey. Es decir, Filipo ya no necesitaba a Olimpia para garantizarse el apoyo epirota, y podía elegir a otro heredero. Según eta teoría, Olimpia incitó a su hijo a actuar antes de que se perdiera su influencia.

Pero esto es hablar por hablar, y tan alambicada teoría no resiste un análisis. Además de lo dicho anteriormente sobre la ausencia de un heredero válido (Alejandro de Epiro tampoco lo era, por no tener ni gota de sangre macedonia, y sólo conlas armas en la mano podría haber sido aceptado como rey consorte), es difícil que Olimpia pensase que la boda la perjudicaba en algo (por el contrario, la desposada era su hija, y los lazos con Epiro podrían hacer que recuperase parte de su influencia) y menos aún que Alejandro temiese que la boda le iba a causar algún daño. El propio Alejandro siempre mantuvo buena relación con su cuñado, hasta su muerte, y fue siempre muy querido en Epiro.

Se montó una boda por todo lo alto en el teatro de Egae, la antigua capital de Macedonia. Filipo mandó que la guardia no entrase con él al teatro, según parece para hacer ver a los invitados griegos que no era un militón siempre rodeado de guardaespaldas. Filipo entró, pues, sin armas, y avanzó hasta donde se encontraba el capitán de la guardia, que parecía esperarle para darle la novedad. Pero lo que hizo fue clavarle una daga en el corazón.

Pausanias, pues ya habrán adivinado que se trataba de él, trató de huir, aprovechando la confusión, y que los notables, Alejandro entre ellos, no llevaban armas. Según Diodoro trató de escapar hacia unos viñedos, donde le esperaban unos cómplices con caballos. Evidentemente, pues, había premeditación.. Y también es evidente la presencia de cómplices que le prepararon los caballos, y quizás un lugar donde esconderse, o una ciudad donde se le abrirían las puertas. Algunas fuentes han especulado con la existencia de un barco que le esperaba, y ello apuntaría directamente a Persia o Atenas, pero no hubo pruebas de ello.

Pausanias casi logró escapar, pero tropezó con unas viñas y cayó largo. Los primeros hombres que llegaron hasta él, Pérdicas y Leonato (dos amigos y posteriormente generales de Alejandro) lo mataron, aunque no todas las fuentes se muestran de acuerdo. Algunos cuentan que fue arrastrado de vuelta al teatro, donde fue ejecutado sumariamente por los nobles macedonios (veremos, en alguna entrada de este blog, que los crímenes de traición, entre los militares macedonios, no eran juzgados por el rey, sino por el ejercito). Si Pausanias no fue muerto en el momento de su detención, pudo haber una especie de juicio sumarísimo allí mismo (testigos, nacionales y extranjeros, había a patadas) y una ejecución sin demora.

Esto sirvió para que lenguas maliciosas acusaran al hijo de la muerte del padre, y presentar como pruebas el “¿a quién beneficia?”, señalando la posibilidad de que los cargos obtenidos por los camaradas de Alejandro lo fueran por su colaboración en la muerte y ocultación posterior del crimen. Como vemos, nada nuevo hay bajo el sol, y ya en la Grecia clásica, los conspiracionismos pensaban de idéntica manera que ahora.

En realidad, no resulta nada extraño que, ante un regicidio, los guerreros macedonios reaccionaran brutalmente ante el crimen de Pausanias. Los historiadores que opinan que es extraña la reacción de Pérdicas y Leonato están juzgando desde el punto de vista actual, donde hay un Poder Judicial independiente, unas fuerzas policiales que se conocen la legislación al dedillo, que tienen prohibido maltratar a los detenidos, que todos sabemos que hay que garantizar un juicio justo, etc. Pero deberían recodar que, incluso en el mundo contemporáneo, magnicidios como los de Alfonso XIII, (fracasado) Francisco Fernando de Hagsburgo, Sadat de Egipto, se saldaron con intentos de linchamiento de los autores, cuando les pudieron echar el guante las enfurecidas masas.

Con más razón, en la Edad Antigua, y en la monarquía macedonia, el asesino no podía esperar clemencia si sus compañeros, agresivos militares, entrenados para la violencia y la dureza. lo enganchaban.

Por otro lado, como queda dicho, hay versiones que apuntan a que Pérdicas y Leonato, acompañados de otros militares, llevaron hasta el teatro a Pausanias para ejecutarlo allí. Alguno de los que detuvieron a Pausanias, según estas versiones, era del mismo clan que el asesino, lo que desde luego añadiría lógica a que quisiese manifestar su lealtad al nuevo rey ejecutando al asesino de su padre)

En cuanto a la “recompensa”, pasan por alto el hecho de que Pérdicas y Leonato eran dos muy buenos militares, como los demás Compañeros de Alejandro, que también recibieron los mismos o más honores sin haber matado a Pausanias. De hecho, en las primeras campañas de Alejandro los Compañeros, con alguna excepción, no ostentaron grandes honores militares. Mandaban compañías, mientras que los veteranos de su padre, como Parmenión, o Filotas, tenían grados superiores. Fue posteriormente cuando el rey fue dando entrada a los mandos más jóvenes, relevando a los viejos generales de su padre. No se conoce que ascendiese a Pédicas o Leonato, por ejemplo, por encima de sus méritos (al evaluar la historia que ha llegado a nosotros hay siempre que tener en cuenta que una de las fuentes más importantes es Tolomeo, uno de sus amigos y generales, que odiaba a Pérdicas, Casandro, y el resto de diadocos o sucesores de Alejandro, y siempre estaba dispuesto a ver una injusticia en el ascenso de sus enemigos.

Por otro lado, fijémonos en que Pausanias estuvo a punto de escapar. Si Alejandro hubiera planeado todo para matar a Pausanias, su chapucería hubiera sido de época, pues sólo el tropezón del fugitivo impidió la huida.

Otro punto que casi no se ha comentado: Alejandro, todas las fuentes están de acuerdo, estaba desarmado. Si sabía que iban a asesinar a su padre, no cabe duda que planearía dar un golpe de efecto y ser coronado rey, como ocurrió en realidad. Sin embargo, fue un momento muy peligroso, en el que podría estallar un motín; en la violenta historia de la monarquía macedonia, no hubiera sido la primera vez...

Más motivos: la oportunidad del momento. Es posible que Alejandro no tuviese aprecio por su padre, y quizás anhelaba que más bien pronto le dejase el campo libre. Pero de ahí a matarlo... Y de ser así ¿hacía falta matarle delante de toda Macedonia, medio Epiro, y media Grecia? En muy poco tiempo, los macedonios partirían hacia Persia, a una empresa en la que pasarían más peligros que en toda su vida. Tendría mil y una posibilidades de cometer su asesinato y hacerlo pasar por un hecho de guerra.

Psicológicamente, el perfil de Alejandro hace casi imposible su responsabilidad en el crimen: aún suponiendo que no le creyese su padre biológico, Alejandro no fue nunca el tirano oriental, matando “conspirativamente”, que la propaganda ateniense quiso presentar (espero hablar algún día de la muerte de Parmenión, Filotas, Kleitos, etc, y veréis lo que quiero decir), y menos lo sería a los veinte años. Las muertes achacables a Alejandro lo fueron en el calor de la batalla o de la bronca, o de manera legal, a la luz pública, en su función de rey. Nunca se le conoció ni una muerte como la de Filipo. De haberlo hecho, y viendo cómo se comportó ante otras muertes, sin duda los remordimientos le hubieran vuelto medio loco.

¿Pudo Alejandro matar a su padre por instigación o de acuerdo con Olimpia? Olimpìa sí era muy capaz de actuar tan arteramente, sin embargo en el futuro Alejandro se resistiría, en varias ocasiones, a matar a quien le disgustaba a su madre (empezando por el regente Antípatro). Comentar también que las sospechas de la culpabilidad de Olimpia no se acompañan de pruebas. Se cuenta la historia de que viajó a cubrir con oro el cadáver de Pausanias no es probable: Olimpia era impulsiva, pero no tonta; además estaba ocupándose de otra cosa: asesinar a Eurídice y su hijo, lo que hizo sin conocimiento de su hijo, que la reprendió ásperamente.

En mi opinión, el culpable más probable era Demóstenes, que hacía tiempo actuaba, no sólo por Atenas, sino también abundantemente estimulado por el oro persa (se encontraron tablillas de pagos persas a Demóstenes por sumas de dineros inmensas). Nada hay que añadir sobre el odio de Demóstenes, personal y también profesional: no cabe ninguna duda de que Demóstenes creía que la muerte de Filipo favorecería a Atenas, era lo mejor que le podía pasar, y que se trataba de un individuo sin escrúpulos cuando se trataba de cumplir lo que creía su destino.

El que Demóstenes propusiera e hiciera aprobar un voto de agradecimiento a Pausanias no tiene valor probatorio: es evidente que pudo hacerlo impulsado por el odio y la alegría, aunque no tuviera nada que ver; Demóstenes consideraba a Alejandro un mozo fatuo e inhábil (pese a que su comportamiento en Queronea, y luego llevando las negociaciones en nombre de su padre, debiera haberle mejorado la percepción del asunto).

Lo que hace sospechar de Demóstenes, casi es una prueba definitiva, es que dio la noticia a sus conciudadanos en un plazo tan breve que hacía imposible que recibiese la información por otro camino que no fuera estando informado previamente o... habiendo preparado él el golpe.

La manera más rápida de comunicar información en la Grecia del siglo IV A. C. era mediante hogueras encendidas en cumbres montañosas con visibilidad de una a otra. Evidentemente, eso podía sólo servir para comunicar una noticia ya esperada. Y es la única manera por la que Demóstenes pudo haber sido informado de la muerte de su enemigo a tiempo para comunicarlo a los atenienses. Todas las demás formas, relevos, postas, etc, nunca hubieran sido suficientemente veloces. Y, evidentemente, si Demóstenes la esperaba, es porque habia participado en ella, como instigador como mínimo.

La teoría, a veces apuntada, de que los persas pudieron ser los instigadores, y Demóstenes sólo conociera el plan, y esperase su realización para sublevar Grecia, es mucho menos probable. Demóstenes era el agente de Persia en Atenas, y es inverosímil que el asesinato de Filipo fuese organizado por Persia sin pasar por sus manos.

ALEJANDRO Y LA MUERTE DE SU PADRE


Alejandro de Macedonia nació en Pella, capital por entonces del reino, en el año 356 A.C.

Era hijo del rey Filipo y de la princesa Olimpia, de la familia real de Epiro (en la actual Albania). Por lo tanto,Alejandro era medio macedonio y medio epirota, lo que tiene bastante importancia para su personalidad.

Tanto los macedonios como los epirotas eran pueblos que se consideraban a sí mismo helénicos, pero que los griegos consideraban semibárbaros. Los esfuerzos y la genialidad de Filipo habían conseguido hacer a Macedonia la primera potencia de Grecia por entonces, había construido una nueva capital y atraído para su hijo y sus compañeros a los mejores talentos educativos de Grecia, pero las principales ciudades estado helénicas siempre consideraron humillante el ascenso y hegemonía macedonios.

Filipo fue un general, estratega y político tremendamente capaz. Sólo ser el padre del genial conquistador Alejandro ha oscurecido su gloria. De no haber sido por su hijo, sin lugar a dudas sería considerado el guerrero más grande de la antigüedad, hasta Julio César al menos. Por otro lado, debías ser genial para sobrevivir en esta familia: Ver la línea sucesoria de los reyes macedonios es impresionante: en los 150 años anteriores a Filipo, casi no hubo ningún rey que muriera en la cama. El propio Filipo tuvo que matar a su hermanastro para poder reinar, y sin duda el talento de Alejandro para ver de un plumazo los problemas y elegir la solución más adecuada en un instante, lo heredó y lo aprendió de él. En un viaje a Samotracia, Filipo encontró a Olimpia.

Olimpia, la madre de Alejandro, era una mujer intrigante, concupiscente, primitiva, vengativa, y dada a todo lo oculto. Era muy orgullosa, y su familia se consideraba descendiente de Aquiles y de Héctor. Desde el principio trató de manipular a Alejandro, utilizándolo como un arma contra su marido Filipo, primero, y después contra sus enemigos políticos (Antípatro, sobre todo). Esta mujer, dada a todo lo esotérico, decía a Alejandro que había sido poseída por Zeus (casos así figuraban en la mitología helénica y no eram, por tanto, considerados imposible por los griegos) y, por lo tanto, Alejandro sería hijo de un Dios, y no de Filipo.

Los historiadores o aficionados que consideran enloquecido a Alejandro por aceptar su divinidad olvidan un hecho clave: si, en una época como la Grecia clásica, donde las divinidades bajaba a la Tierra y no era extraño que tuvieran contactos con la Humanidad, tu madre te educa diciéndote que eres un Dios; si posteriormente tienes la genialidad de Alejandro, conquistas el mundo sin perder ni una batalla, y si en varias ocasiones los oráculos confirman tu divinidad ¿por qué no vas a creerlo? Y, dense cuenta, Alejandro era considerado también descendiente de Aquiles y de Héctor. Que no saliera un psicópata como Calígula es casi milagroso.

En todo caso, el orgullo de Olimpia excluye que tuviera amores adulterinos, así que el padre debió ser, en realidad, el rey macedonio. Sin embargo, cuando Alejandro creció, sus padres ya se habían separado, sus contactos sexuales posiblemente no existían, y, seguramente, de ahí que Olimpia tratase de separarlo de Filipo contándole que no era hijo suyo (y, con lo orgullosa que era, el padre sólo podía ser otro rey... o un Dios).

La relación de Alejandro y Filipo era, pues, complicada. No le consideraba el padre biológico, pero en la mitología griega hay tradición de hijos de Zeus que son devotos hacia sus padres, como Heracles y Anfitrión. Sus sentimientos hacia él oscilaban, seguramente, entre la admiración y el orgullo, por un lado, y el desprecio por su comportamiento camorrista (indigno de un rey, según Alejandro) y por el repudio de su madre. Existe constancia, por otra parte, de que, al menos una vez, salvó la vida de su padre, en las campañas contra los bárbaros del Norte. Tendremos ocasión de hablar de ello algún día.

Filipo consideraba a Alejandro hijo suyo, sin duda, y si oyó las habladurías de Olimpia no debió hacerle caso. A pesar de su temperamento, era un hombre de excepcional inteligencia, y educó a su hijo como su heredero, pese a tener otras esposas. En ocasiones los enemigos de Alejandro dijeron sospechar de él como inductor del asesinato de su padre porque (según ellos) quería asegurarse la descendencia. Pero no se sostiene. Casi toda la descendencia de Filipo eran mujeres, por tanto no podían ser rivales para él, y el único hermano varón, Arrideo, era retrasado mental: jamás de los jamases los macedonios, pueblo guerrero, donde el rey debía vivir peligrosamente, donde la monarquía era nominalmente hereditaria pero para poder heredar y no palmarla debías ser aceptado por una complicada red de tribus, le hubieran preferido a Alejandro.

Cuando Alejandro tenía 18 años Filipo se enamoró y se casó con una joven llamada Eurídice, sobrina del general Atalo, intrigante noble macedonio. Nuevamente, los enemigos de Alejandro han sugerido que pudo haber aquí una razón para asesinar a su padre, pues un hipotético varón de ambos hubiera sido un macedonio de pura raza (él era medio epirota) y, por tanto, un peligro para la sucesión. Pero, cuando se produjo el asesinato de Filipo, Eurídice había tenido una niña y, aunque estaba embarazada, un recién nacido varón no hubiera supuesto un peligro en una década, como mínimo, y la historia macedonia no mostraba en verdad que reinase el que tuviera más derechos sucesorios, sino el más fuerte. El propio Filipo reinaba gracias a varias usurpaciones seguidas.

Durante la boda, se produjo un fuerte encontronazo entre Filipo y Alejandro cuando Atalo, borracho, pidió a los dioses que dieran a Macedonia un heredero legítimo. Alejandro no podía dejar pasar el insulto a su madre y a su estirpe y agredió a Atalo. Filipo trató de castigar a su hijo pero, debido al alcohol y a su cojera (producto de heridas de guerra; también era tuerto y tenía un brazo paralizado) se cayó.

Alejandro huyó de la corte y se fue con su madre a Epiro. La dejó allí y marchó a Iliria, donde vivió con unas tribus (en la actual Bulgaria y la extinta Yugoslavia) a las que había derrotado siendo un mozalbete de 16 años mientras su padre estaba en otra guerra (“con tal de no estar ocioso, redujo a los rebeldes maedos” dice Plutarco, pero es evidente que, tanto por la distancia desde Macedonia, como por la dureza de las tribus ilirias, no se trató de un entretenimiento, y el ejército tenía que confiar mucho en el liderazgo del joven para seguirle sin rechistar). No cabe duda de que su comportamiento en la guerra debió ser muy caballeroso y valiente, para ser recibido como huésped durante su exilio.

Otro motivo posible, pues, para que Alejandro matase a su padre (que él creía que no lo era) era, pues, la ofensa que había recibido su madre dos años antes. Y, dado el carácter vengativo de Olimpia, es posible que, en efecto, ésta le instigase a hacerlo. El parricidio era un crimen horrendo para los griegos, no existía otro peor, pero en este caso Alejandro seguramente no consideraba a Filipo su progenitor. Sin embargo, de ser Alejandro el culpable, sin duda hubiera tomado medidas para deshacerse de Atalo al mismo tiempo o previamente, ya que era él en realidad el que insultó a Alejandro. Por otro lado, durante su vida Alejandro se negó a matar a personas cuando se lo pidió Olimpia, y de hecho se enfadó mucho cuando su madre mató a Eurídice y a su niño tras la muerte de Filipo. Por otro lado, como veremos luego, Alejandro no era hombre para guardar dos años un rencor y asesinar a una persona.

Tras una temporada de exilio, y gracias a la mediación de algunos amigos de Alejandro, se produjo la reconciliación entre padre e hijo. Es posible que Demarato de Corinto, el máximo mediador, advirtiera a Filipo del riesgo de tener un hijo, carismático entre el ejército, potencialmente enemigo, suelto por ahí; a Alejandro le debió jugar la carta de la ambición; debía volver a macedonia para no caer en desgracia con su padre. Como sea, consiguió la reconciliación.

Sin embargo, pronto hubo otro problema. Plutarco cuenta que Filipo pensaba ofrecer en matrimonio a su hijo Arrideo para la hija de un sátrapa o gobernador persa de las ciudades griegas del Asia Menor. Alguien se lo contó a Alejandro, entonces poco más que un adolescente, y éste se indignó, escribiendo una carta al sátrapa, ofreciéndose él en lugar de Arrideo. Filipo había planeado el enlace como estrategia para tener un aliado en sus planes de ataque al Imperio Persa, pero ni de lejos pensaba dar su heredero a alguien tan poco importante como un sátrapa. De modo que se enfureció y reprendió duramente a su hijo.

Sin duda Alejandro se sintió humillado, pero debió quedarle muy claro que Arrideo no contaba como heredero. En una sociedad como la macedonia, desde luego, un retrasado tampoco hubiera tenido ninguna opción a no ser como títere de algún noble fuerte. El ejército, además, adoraba a Alejandro, con quien había peleado contra los ilirios y otros pueblos del norte (ocasión donde, por cierto, había salvado la vida de su padre), y con quien había luchado en Queronea, donde el príncipe mandó la caballería aplastando el Batallón Sagrado de los tebanos, y no hubiera consentido nunca que Arrideo fuera preferido en su lugar.