Los hoplitas más experimentados de entre los argivos era un grupo reclutado entre los oligarcas, gente acomodada que tenía más tiempo para hacer ejercicios y más dinero para comprar equipamiento pesado. Recibían el nombre de “Los Mil” y, tradicionalmente, eran pro-espartanos. Durante toda la campaña habían tenido que afrontar las sospechas de sus conciudadanos, que les acusaban de poca belicosidad contra Esparta. En esta ocasión, una vez llegados los atenienses y parte del resto de los aliados, la presión se acentuó, y los generales se vieron obligados a salir de Mantinea y presentar formación de batalla. Sin embargo, no marcharon contra los espartanos, sino que tomaron posiciones en una posición estratégicamente excelente, unas colinas cerca de la ciudad, y esperaron.
Agis, que quería lavar su honor puesto en duda por la campaña del año precedente, estuvo a punto de cometer un error funesto, y mandó al ejército atacar las posiciones de los aliados. Cuenta Tucídides que un espartiata, (Diodoro también lo nombra y le identifica como el xymboulos o consejero Farax) cuando ya los contendientes estaban a tiro de jabalina, a punto de entablar batalla por tanto, gritó: “Agis, ¿acaso quieres enmendar un error con otro más grande?” Nótese la libertad que tenían los espartiatas para expresar sus opiniones, incluso ante el rey.
El caso es que Agis se dio cuenta de su errónea decisión y mandó regresar a Tegea. Afortunadamente para ellos, los comandantes argivos creyeron que la maniobra era una trampa para hacerles abandonar las alturas, y no bajaron a perseguirles. Al parecer, los espartanos habían puesto en práctica esa táctica algunas veces: cuando los perseguidores creían tener la victoria a su alcance, los espartiatas daban la vuelta, aprovechando su entrenamiento superior, y convertían la retirada en triunfo.
El caso es que los espartanos aún tenían el problema de cómo hacer que los de Argos dejaran sus posiciones. Al final, siguieron el consejo de los tegeos: la destrucción de cosechas que habían llevado a cabo días antes no era muy eficaz porque por ese tiempo ya habían sido recogida la mayoría de los cereales, pero los tegeos propusieron desviar un río para que inundara las tierras y produjera un daño duradero, que los mantineos no pudieran soportar, y se obligara a los aliados a presentar batalla.
Quizás por que los argivos vieron en qué se ocupaban los espartanos, quizás porque los del partido democrático les obligaran, finalmente los comandantes de Argos bajaron a la llanura de Mantinea y presentaron el orden de batalla: mantineos en el lugar de honor a la derecha (defendían su territorio), arcadios a su lado, argivos en el centro y atenienses y otros aliados a la izquierda.
Cuando Agis se dio cuenta de que el enemigo estaba ya preparado para la batalla, formó apresuradamente su ejército: esciritas y neodamodes (ilotas liberados) a la izquierda, espartiatas y periecos en el centro, tegeos bajo mando espartiata a la derecha. Ambos ejércitos eran similares, aproximadamente entre 30000 y 35000, de los cuales entre 8000 y 9000 eran hoplitas,
En las batallas entre hoplitas, como cada hombre lleva el escudo con la izquierda, su flanco derecho queda desprotegido, a no ser que se aproxime al hoplita de su derecha, quedando así defendido tras su escudo. Esto ocasionaba siempre una desviación de los ejércitos de hoplitas hacia la derecha. Los generales lo conocían, pero hasta bien entrado el siglo – IV la profesionalización del ejército no fue la suficiente como para corregir completamente este problema.
En Mantinea la proporción de hoplitas era alta, así que este problema tuvo mayor importancia relativa. Al aproximarse, ambos ejércitos bascularon hacia su derecha, lo que hizo que los contendientes girasen en sentido horario, y los espartanos y tegeos rebasasen a los atenienses y argivos de enfrente, mientras que en la otra ala, los mantineos sobrepasaban a los esciritas y neodamodes.
Agis temió que su ala izquierda fuese separada y mandó que se desplazase a la izquierda, pero con ello se separó del centro y abrió un hueco. Para evitarlo, ordenó a dos compañías de la derecha que cerrasen la brecha, pero los comandantes se negaron para evitar nuevos agujeros en la formación. Este hecho no tiene precedentes en las guerras griegas, pero muy posiblemente, la negativa de los comandantes salvó a Esparta de una derrota sonada, según creen estudiosos contemporáneos, como Donald Kagan.
Aunque Agis intentó que su ala izquierda regresase, no dio tiempo, y cuando se produjo el choque, los espartanos tenían un descosido considerable entre los neodamodes y los espartanos.
Los mantineos, arcadios y los argivos del ala derecha aislaron el ala izquierda de Agis y la empujaron, tratando de rodearla y aniquinarla. Sólo el entrenamiento de las tropas que combatían con espartanos, aún sin tener su experiencia, evitó el desastre.
En cambio, en el otro lado del campo de batalla la situación era justo la contraria: los espartanos y tegeos pusieron en fuga rápidamente al ala izquierda de la coalición, formada por veteranos argivos y atenienses, que lograron salvarse gracias a la caballería, que frenó el ímpetu espartano, y a la propia evolución de la batalla.
Se dio entonces una extraña circunstancia, porque cualquiera de los dos ejércitos pudo haber vencido. En esta situación, con frecuencia el ejército perseguidor perdía la cohesión, y un fulgurante contraataque con tropas de refresco podía invertir la situación. Ambos cuerpos estaban en disposición de hacerlo, pero sólo los espartanos lo llevaron a cabo.
Agis, viendo a su ala izquierda derrotada, ordenó parar la persecución de los veteranos argivos y los atenienses, y volver en auxilio de la otra sección. Inesperadamente, el grupo de hoplitas argivos de élite y sus aliados se vieron rodeados, y la batalla pronto estuvo decidida.
Los espartanos de Agis se prepararon a masacrar a los argivos pero, al parecer, un consejero del rey, que Diodoro vuelve a identificar como Farax, se llevó aparte a Agis y le aconsejó que procurase un camino de huida para Los Mil, el cuerpo de élite argivo reclutado entre los oligarcas de Argos.
Diodoro sugiere que la causa de este hecho está en que Los Mil aún no habían sido derrotados, y podían causar mucho daño aún, pero es más que dudoso que, viéndose rodeados por los belicosos espartanos, y en inferioridad aplastante, los argivos hubieran podido hacer poco más que suumbir con honor. No. parece que ese motivo obedece más a un intento de Diodoro de excusar una decisión complicada, que a la realidad.
Será más posible acertar si pensamos en una decisión política. Al dejar libres a los oligarcas argivos, Agis y Fárax (si fue él quien le aconsejó) consiguen al menos dos cosas:
- Masacrar a los mejores combatientes argivos, hijos de las principales familias oligárquicas de Argos, aumentaría el poder de los proatenienses y echaría a Argos en los brazos de Atenas; en cambio, al dejarle libres, mejoraron sus relaciones con el partido pro-espartano oligárquico. De hecho, al año siguiente este partido dio un golpe de estado que derribó al Gobierno democrático, si bien este nuevo régimen duró pocos meses.
- Existía mucha desconfianza en Argos hacia el partido oligárquico, de quien se decía que no se empleaba a fondo en la guerra y que se entendía con Esparta. Al dejarlos libres, aumentaron ls sospechs de tongo.
Es curioso cómo las fuentes tratan de manera diferente la tregua de Agis con Argos de -419 y el consejo de Farax de dejar huir al cuerpo de élite argivo tras Mantinea. Evidentemente, se puede aducir que, ahora, la batalla ya había sido dada, pero lo cierto es que el ejército de Argos no había sido destruido en Mantinea, sus combatientes de élite habían salido casi sin ningún rasguño, y los argivos no se inclinaron del lado de los espartanos, ni tras la tregua pactada por Agis ni tras la batalla de Mantinea. Da una sensación de que, lo que a Agis casi le cuesta el destierro o algo peor, se nos presenta ahora como una astucia refinada por parte de uno de sus consejeros.
Las consecuencias inmediatas de la batalla de Mantinea fueron las siguientes:
- Fuertes pérdidas para el contingente aliado: sufrieron unas mil cien bajas, por trescientas espartanas.
- La mayoría de las bajas las sufrieron mantineos y arcadios, lo que ocasionó el cese de su resistencia ante Esparta. El cuerpo ateniense también sufrió importantes pérdidas, aunque en comparación con el número de habitantes de Atenas prácticamente no se notó.
- Restauración del prestigio militar espartano, y vuelta a la obediencia de sus tradicionales aliados.
- Atenas abandona el plan de invasión del Peloponeso y fija su vista en un objetivo más ambicioso: la conquista de Sicilia.