lunes, 23 de marzo de 2009

479 A. C: LA OLVIDADA PLATEA (II) LA BATALLA

Bien. Continuemos repasando la historia de Platea.

El caso es que los espartanos escucharon la llamada de los atenienses, bien es cierto que en su propio beneficio. Una fuerza de 5000 espartiatas, la mayor que nunca había salido de su polis, cruzó el istmo. Sumados periecos (ciudadanos libres de las ciudades cercanas de Esparta) e ilotas, y con el resto de aliados griegos, Heródoto calcula unos 110000 combatientes, aunque las modernas estimaciones rebajan la cifra a unos 40000.

Los persas habían elegido el campo de batalla, cerca de la antigua ciudad de Platea; para ellos era una buena noticia que, ya que no habían conseguido dividir a los griegos, al menos se iba a combatir en terreno abierto. Heródoto da una cifra de 300000 para ellos y los beocios y optros griegos coaligados, pero seguramente exageraba; los modernos estudiosos rebajan a 80000-100000; con todo, Mardonio tenía clara superioridad numérica, y la ventaja de la caballería persa, que los griegos no habían conseguido aún neutralizar.

Al inicio de la batalla, escalonadas a lo largo de las estribaciones del Monte Citero, y empezando al Este de Platea, se encontraban Atenienses, Megarenses, Peloponesos, Tegeos y Espartanos, bajo el mando de Pausanias.

Los Persas, que ya habían llegado antes, se encontraban al otro lado del río Asopo, en un campo fuertemente atrincherado y fortificado, frente a un llano despejado según órdenes de Mardonio. El segundo al mando, Artabazo, según nos refiere Heródoto, no estaba de acuerdo con presentar batalla.

Heródoto relata que los ejércitos estuvieron varios días acampados uno frente al otro, con duras escaramuzas pero sin entablar batalla. Fiel a su estilo, Heródoto cuenta que había un presagio que daba por perdedor de la batalla a quien atacara, y por vencedor a quien defendiera, pero como en este blog no creemos en presagios ni milagros, la explicación parece más sencilla.

Los persas esperaban que los griegos bajaran de sus montes para cruzar el río, momento especialmente vulnerable, donde podrían ser atacados y debilitados para luego acabar con ellos en las planicies al norte del Asopo.

Por su lado, los griegos esperaban que los persas, fiados en su superioridad numérica, trataran de atacar su posición en el Monte Citero, perdiendo así sus ventajas.

Durante los días de tanteo, Mardonio, que era un excelente estratega, mandó a fuerzas de caballería para castigar las tropas griegas, posiblemente con la idea de desencadenar un ataque en respuesta. Tras unos éxitos iniciales, la caballería persa perdió a su jefe, Masistio, y a fin de cuentas no pudo conseguir sus objetivos debido a lo accidentado del terreno en que se movían.

Los griegos recibieron ésto como una victoria, y adelantaron sus líneas un tanto, si bien no dejaron la protección de las laderas del monte ni cruzaron el río.

Mardonio, por su parte, trató de conseguir la derrota del enemigo a través de la captura de sus líneas de aprovisionamiento, y efectivamente, los jinetes y arqueros persas consiguieron eliminar una columna entera de suministros, mientras que, por otro lado, cegaron la fuente Gargafia, situada bajo el monte Citero, y principal fuente de agua para los griegos.

Fue el momento más crítico para los griegos. Temiendo una derrota casi sin llegar a combatir, acosados por la caballería, sin agua y alimentos, Pausanias ordenó una retirada escalonada a Platea, con el fin de aprovisionarse.

Los atenienses y megarenses aprovecharon el cese nocturno de los ataques de la caballería para iniciar la marcha. Si todo hubiera ido como debía, la retirada debería haber concluido antes de la mañana del día siguiente, 27 de Agosto, pero cuando llegó el turno de los espartanos, algo pasó. Heródoto cuenta que un comandante llamado Amonfáreto, del lochos Pitantas, se negó a retirase, alegando que un espartano jamás da la espalda al enemigo, y retrasó el movimiento. Pausanias y su pariente Eurinacte intentaron convencerle, sin conseguirlo. El alba sorprendió al ejército espartano separado del resto de las tropas griegas, lo que, visto por Mardonio, fue percibido por el comandante persa como la gran oportunidad de atacar a un ejército dividido y confuso.

Mardonio ordenó a la infantería persa cruzar el Asopo y atacar a los rezagados espartanos y tegeos, mientras apostaba a los beocios y demás griegos pro-persas en el camino hacia Platea, para evitar que los atenienses, peloponesos y megarenses volviesen sobre sus pasos a prestar ayuda a Pausanias.

Efectivamente, aunque el comandante supremo espartano ordenó volver a sus aliados, éstos no pudieron superar a los tesalios y beocios, y los espartanos y tegeos tuvieron que enfrentarse a los persas en una angustiosa inferioridad numérica. A pesar de ello, y de haberse visto sorprendidos, lucharon desesperadamente, tratando de hacer valer su mejor entrenamiento (eran la única tropa griega más profesionalizada que la infantería de los persas) y mejor equipamiento.

Poco a poco, espartanos y tegeos, combatiendo disciplinadamente, como una unidad, fueron superando a los persas. En ujn momento dado, Mardonio cayó muerto y, sin su comandante, el frente se hundió. El pánico se apoderó de los persas, que huyeron a refugiarse en el fuerte.

Mientras tanto, el ala derecha persa cedió también ante atenienses, megarenses y peloponesos. Beocios y tesalios, con las demás tropas filopersas se dieron a la fuga. La reunificación del ejército griego permitió que las defensas del fuerte fueran superadas, y todos los ocupantes (a decir de Heródoto) fueron muertos o cogidos prisioneros.

Artabazo mandó los restos del ejército de vuelta -40000 hombres según Heródoto-a Asia a través de Bizancio. Según Heródoto, no estaba de acuerdo con presentar batalla, y su retirdada fue considerada un hecho de armas brillante y recompensada con una satrapía. La verdad es que, según cómo se lea, si es cierto lo que cuenta el "Padre de la Historia", su comportamiento roza el derrotismo o la traición.

Algunos han dudado del relato de Heródoto, siempre presto a dejar en buen lugar a los atenienses, y han dudado de la historia de Amonfáreto, sugiriendo que la retirada fingida pudo ser una estratagema de Pausanias para provocar el ataque persa. Se apoyan en que el resultado de la acción y el comportamiento de las unidades espartanas y tegeas no sugieren sorpresa, por el contrario, su disciplina fue admirable. En cambio, los opuestos a esta teoría opinan que el riesgo corrido por Pausanias, de ser un truco, es inaceptable: en el siglo V A.C. resultaba imposible, aún para los espartanos, asegurar que se podía concebir y llevar a cabo todo el plan; existían muchas posibilidades de ser aplastados y perder todo el ejército.

En algunas fuentes de origen ateniense se intentó minimizar el papel espartano presentando al contingente ateniense superando al ala derecha persa a tiempo de socorrer a un Pausanias a punto de perecer con todos los suyos, pero ésto no es cierto. En esta jornada, fueron los espartanos y tegeos los que lograron papel más destacado.

Como curiosidad, recordaremos que Aristodemo, uno de los dos espartanos que, se dice, sobrevivieron a las Termópilas (en otra entrada relataremos su historia), combatió en Platea y, deseoso de lavar su honor, se dice que fue él el primero en cargar contra la infantería persa. Sea cierto, o no, lo cierto es que, aunque Heródoto le destaca como "el hombre más valiente del día", sus conciudadanos consideraban una grave desobediencia romper la formación, poniendo en peligro a toda la línea, y ni él ni sus hijos fueron señalados con ninguna distinción especial por esta batalla.

3 comentarios:

  1. pero entonces ganaron los griegos sierto?

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  2. Muy bueno, una información destacada y abundante

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  3. Muy buen artículo, me ha gustado mucho tu forma de relatar la batalla, por otro lado, me gustaría preguntarte, ¿No son exageradas las cifras de combatientes?, ya sin conar las de Herodoto, con los recursos de esa época, se me hace muy difícil de imaginar, la logística para abastecer a 80-100K por un lado y por el otro 40K de soldados.
    Saludos!!

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