sábado, 21 de marzo de 2009

ALEJANDRO Y LA MUERTE DE SU PADRE


Alejandro de Macedonia nació en Pella, capital por entonces del reino, en el año 356 A.C.

Era hijo del rey Filipo y de la princesa Olimpia, de la familia real de Epiro (en la actual Albania). Por lo tanto,Alejandro era medio macedonio y medio epirota, lo que tiene bastante importancia para su personalidad.

Tanto los macedonios como los epirotas eran pueblos que se consideraban a sí mismo helénicos, pero que los griegos consideraban semibárbaros. Los esfuerzos y la genialidad de Filipo habían conseguido hacer a Macedonia la primera potencia de Grecia por entonces, había construido una nueva capital y atraído para su hijo y sus compañeros a los mejores talentos educativos de Grecia, pero las principales ciudades estado helénicas siempre consideraron humillante el ascenso y hegemonía macedonios.

Filipo fue un general, estratega y político tremendamente capaz. Sólo ser el padre del genial conquistador Alejandro ha oscurecido su gloria. De no haber sido por su hijo, sin lugar a dudas sería considerado el guerrero más grande de la antigüedad, hasta Julio César al menos. Por otro lado, debías ser genial para sobrevivir en esta familia: Ver la línea sucesoria de los reyes macedonios es impresionante: en los 150 años anteriores a Filipo, casi no hubo ningún rey que muriera en la cama. El propio Filipo tuvo que matar a su hermanastro para poder reinar, y sin duda el talento de Alejandro para ver de un plumazo los problemas y elegir la solución más adecuada en un instante, lo heredó y lo aprendió de él. En un viaje a Samotracia, Filipo encontró a Olimpia.

Olimpia, la madre de Alejandro, era una mujer intrigante, concupiscente, primitiva, vengativa, y dada a todo lo oculto. Era muy orgullosa, y su familia se consideraba descendiente de Aquiles y de Héctor. Desde el principio trató de manipular a Alejandro, utilizándolo como un arma contra su marido Filipo, primero, y después contra sus enemigos políticos (Antípatro, sobre todo). Esta mujer, dada a todo lo esotérico, decía a Alejandro que había sido poseída por Zeus (casos así figuraban en la mitología helénica y no eram, por tanto, considerados imposible por los griegos) y, por lo tanto, Alejandro sería hijo de un Dios, y no de Filipo.

Los historiadores o aficionados que consideran enloquecido a Alejandro por aceptar su divinidad olvidan un hecho clave: si, en una época como la Grecia clásica, donde las divinidades bajaba a la Tierra y no era extraño que tuvieran contactos con la Humanidad, tu madre te educa diciéndote que eres un Dios; si posteriormente tienes la genialidad de Alejandro, conquistas el mundo sin perder ni una batalla, y si en varias ocasiones los oráculos confirman tu divinidad ¿por qué no vas a creerlo? Y, dense cuenta, Alejandro era considerado también descendiente de Aquiles y de Héctor. Que no saliera un psicópata como Calígula es casi milagroso.

En todo caso, el orgullo de Olimpia excluye que tuviera amores adulterinos, así que el padre debió ser, en realidad, el rey macedonio. Sin embargo, cuando Alejandro creció, sus padres ya se habían separado, sus contactos sexuales posiblemente no existían, y, seguramente, de ahí que Olimpia tratase de separarlo de Filipo contándole que no era hijo suyo (y, con lo orgullosa que era, el padre sólo podía ser otro rey... o un Dios).

La relación de Alejandro y Filipo era, pues, complicada. No le consideraba el padre biológico, pero en la mitología griega hay tradición de hijos de Zeus que son devotos hacia sus padres, como Heracles y Anfitrión. Sus sentimientos hacia él oscilaban, seguramente, entre la admiración y el orgullo, por un lado, y el desprecio por su comportamiento camorrista (indigno de un rey, según Alejandro) y por el repudio de su madre. Existe constancia, por otra parte, de que, al menos una vez, salvó la vida de su padre, en las campañas contra los bárbaros del Norte. Tendremos ocasión de hablar de ello algún día.

Filipo consideraba a Alejandro hijo suyo, sin duda, y si oyó las habladurías de Olimpia no debió hacerle caso. A pesar de su temperamento, era un hombre de excepcional inteligencia, y educó a su hijo como su heredero, pese a tener otras esposas. En ocasiones los enemigos de Alejandro dijeron sospechar de él como inductor del asesinato de su padre porque (según ellos) quería asegurarse la descendencia. Pero no se sostiene. Casi toda la descendencia de Filipo eran mujeres, por tanto no podían ser rivales para él, y el único hermano varón, Arrideo, era retrasado mental: jamás de los jamases los macedonios, pueblo guerrero, donde el rey debía vivir peligrosamente, donde la monarquía era nominalmente hereditaria pero para poder heredar y no palmarla debías ser aceptado por una complicada red de tribus, le hubieran preferido a Alejandro.

Cuando Alejandro tenía 18 años Filipo se enamoró y se casó con una joven llamada Eurídice, sobrina del general Atalo, intrigante noble macedonio. Nuevamente, los enemigos de Alejandro han sugerido que pudo haber aquí una razón para asesinar a su padre, pues un hipotético varón de ambos hubiera sido un macedonio de pura raza (él era medio epirota) y, por tanto, un peligro para la sucesión. Pero, cuando se produjo el asesinato de Filipo, Eurídice había tenido una niña y, aunque estaba embarazada, un recién nacido varón no hubiera supuesto un peligro en una década, como mínimo, y la historia macedonia no mostraba en verdad que reinase el que tuviera más derechos sucesorios, sino el más fuerte. El propio Filipo reinaba gracias a varias usurpaciones seguidas.

Durante la boda, se produjo un fuerte encontronazo entre Filipo y Alejandro cuando Atalo, borracho, pidió a los dioses que dieran a Macedonia un heredero legítimo. Alejandro no podía dejar pasar el insulto a su madre y a su estirpe y agredió a Atalo. Filipo trató de castigar a su hijo pero, debido al alcohol y a su cojera (producto de heridas de guerra; también era tuerto y tenía un brazo paralizado) se cayó.

Alejandro huyó de la corte y se fue con su madre a Epiro. La dejó allí y marchó a Iliria, donde vivió con unas tribus (en la actual Bulgaria y la extinta Yugoslavia) a las que había derrotado siendo un mozalbete de 16 años mientras su padre estaba en otra guerra (“con tal de no estar ocioso, redujo a los rebeldes maedos” dice Plutarco, pero es evidente que, tanto por la distancia desde Macedonia, como por la dureza de las tribus ilirias, no se trató de un entretenimiento, y el ejército tenía que confiar mucho en el liderazgo del joven para seguirle sin rechistar). No cabe duda de que su comportamiento en la guerra debió ser muy caballeroso y valiente, para ser recibido como huésped durante su exilio.

Otro motivo posible, pues, para que Alejandro matase a su padre (que él creía que no lo era) era, pues, la ofensa que había recibido su madre dos años antes. Y, dado el carácter vengativo de Olimpia, es posible que, en efecto, ésta le instigase a hacerlo. El parricidio era un crimen horrendo para los griegos, no existía otro peor, pero en este caso Alejandro seguramente no consideraba a Filipo su progenitor. Sin embargo, de ser Alejandro el culpable, sin duda hubiera tomado medidas para deshacerse de Atalo al mismo tiempo o previamente, ya que era él en realidad el que insultó a Alejandro. Por otro lado, durante su vida Alejandro se negó a matar a personas cuando se lo pidió Olimpia, y de hecho se enfadó mucho cuando su madre mató a Eurídice y a su niño tras la muerte de Filipo. Por otro lado, como veremos luego, Alejandro no era hombre para guardar dos años un rencor y asesinar a una persona.

Tras una temporada de exilio, y gracias a la mediación de algunos amigos de Alejandro, se produjo la reconciliación entre padre e hijo. Es posible que Demarato de Corinto, el máximo mediador, advirtiera a Filipo del riesgo de tener un hijo, carismático entre el ejército, potencialmente enemigo, suelto por ahí; a Alejandro le debió jugar la carta de la ambición; debía volver a macedonia para no caer en desgracia con su padre. Como sea, consiguió la reconciliación.

Sin embargo, pronto hubo otro problema. Plutarco cuenta que Filipo pensaba ofrecer en matrimonio a su hijo Arrideo para la hija de un sátrapa o gobernador persa de las ciudades griegas del Asia Menor. Alguien se lo contó a Alejandro, entonces poco más que un adolescente, y éste se indignó, escribiendo una carta al sátrapa, ofreciéndose él en lugar de Arrideo. Filipo había planeado el enlace como estrategia para tener un aliado en sus planes de ataque al Imperio Persa, pero ni de lejos pensaba dar su heredero a alguien tan poco importante como un sátrapa. De modo que se enfureció y reprendió duramente a su hijo.

Sin duda Alejandro se sintió humillado, pero debió quedarle muy claro que Arrideo no contaba como heredero. En una sociedad como la macedonia, desde luego, un retrasado tampoco hubiera tenido ninguna opción a no ser como títere de algún noble fuerte. El ejército, además, adoraba a Alejandro, con quien había peleado contra los ilirios y otros pueblos del norte (ocasión donde, por cierto, había salvado la vida de su padre), y con quien había luchado en Queronea, donde el príncipe mandó la caballería aplastando el Batallón Sagrado de los tebanos, y no hubiera consentido nunca que Arrideo fuera preferido en su lugar.

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